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domingo, 9 de junio de 2013

El barrio de Palermo Chico "anclado en París" ( como dice el tango)


Emplazado entre Avenida del Libertador General San Martín, las calles Cavia, Tagle y las vías del tren, unos metros más allá está el río. A principios del siglo XX Buenos Aires era el gran puerto agroexportador de Argentina y los ricos hacendados tenían "la vaca atada".
Esta curiosa expresión que todavía se usa para referirse a quien no tiene que hacerse ningún problema por su subsistencia, proviene de aquellos años, cuando París estaba plagada de adinerados argentinos que llevaban en la bodega del barco su propia vaca, para no extrañar la leche de sus desayunos pampeanos durante sus largas estadías europeas.
Pues bien, Palermo Chico o Barrio Parque fué diseñado por el paisajista Carlos Thays en 1912 como reducto exclusivo de la clase alta y así funciona aún hoy a un costado de la explanada que bordea Avenida del Libertador, ese gran espacio parquizado con especies nativas que inspiró a Le Courboisier para diseñar una ciudad con paisaje -de esa idea nacieron las casas elevadas sobre pilotes que hicieron historia en la arquitectura del siglo XX-.


 
Vista aérea de la Avenida del Libertador: de sureste a noreste bordea las orillas del Río de La Plata. Este es el lado oeste de la avenida. Enfrente, al este, los parques y Palermo Chico. 
 
 

La margen Este de la Avenida en otoño, cuando la caída de las hojas permite apreciar mejor su arquitectura: es el límite del Barrio Parque con el resto de la ciudad. Se le llamaba Grand Bourg, y es sin dudas la evidencia más concreta y permanente del fanatismo de la clase alta porteña de aquella época por la cultura francesa.
 
 
 
Las calles de Palermo Chico son bellas y tranquilas, quizás demasiado, e invitan a caminarlo: allí, pese a su cercanía con el centro de Buenos Aires, se escuchan los pájaros y se huelen las flores.
 
 
 
Sus arboledas maravillosas techan un laberinto de amplias y cortas calles enredadas que permiten descubrir a cada curva mansiones impensadas.


 

La calidad y belleza de sus casas ha sido salvada varias veces de la demolición, por lo que el barrio ya alberga unos cuantos museos: el José Hernandez, de Arte Popular, el Museo de Arte Decorativo, el Metropolitano, de pintura contemporánea, el novísimo MALBA o museo de arte latinoamericano. También hay embajadas y por supuesto, viviendas de ricos y famosos.


 
El MALBA , sobre la explanada de la Avenida del Libertador presenta un llamativo contraste, ya que es una de las pocas construcciones contemporáneas del barrio.


 
Escondido en el laberinto se avisora el lindísmo edificio del Palacio Anchorena,
hoy Museo Metropolitano.
 
 
Se entra por las antiguas cocheras, donde funciona un encantador bar y restaurante. 
 
 
 
sobre la margen Este de Avenida del Libertador. 
 
 
Palacio Errazúriz
 
 
 
Allí cerquita, el Palacio Errazúriz y Alvear, hoy Museo de Arte Decorativo, obra diseñada y dirigida por el academicista francés Sergent. Se inauguró en 1917, aunque él jamás pisó Buenos Aires.
 
 
La fuente del jardín junto a la entrada para coches frontal del edificio, donde funciona una pequeña y declicada confitería desde cuyo piso alto se tomó esta fotografía.
 
 

La casa de Torquist, diseñada por el arquitecto argentino Alejandro Bustillo en 1928, quien manejaba a la perfección las proporciones estilo clásico francés, hoy es la Embajada de Bélgica.


 
La Embajada de España.


 
Villa Ocampo, primera casa de estilo racionalista de Buenos Aires, de la famosísima mecenas de las letras y escritora Victoria Ocampo.
 
Mujer poderosa y sin prejuicios, ella encargó al arquitecto Alejandro Bustillo, en el mismo año que la Casa Torquist, una casa en el más vanguardista estilo europeo, y no sé si por obediencia a su influyente dueña o porque Bustillo odiaba este estilo tan "crudo", la casa es bastante poco feliz. Nada que ver con su agraciada vecina la Embajada de Bélgica.
 
 

Afrancesadísimo el barrio, aunque no faltan algunas mansiones estiloTudor, porque muchos de los ricos agroganaderos eran ( y quizás lo siguen siendo) anglófilos. 
 
 
 
Los jardines del barrio son maravillas refrescantes para los sentidos.
 
 
 
Entrada por un sugerente vergel. 
 
 
 
Un moderno jardín de papiros en el primer piso de esta residencia privada, Rafael Viñoly, 1997.
 
 
 
Es que la visita al barrio realmente se completa elevando la vista al cielo.
 

Y en la misma parada, a los pies, ¡este increíble portón de madera tallada!

Los detalles son los motivos que hacen del recorrido un paseo lento y amable que nos sorprende con su rancia de belleza en extinción.
Si tienen la oportunidad, háganlo. ¡Quizás sientan como yo que por un rato están en otro mundo!

 


 

viernes, 22 de febrero de 2013

Buenos Aires, estilo cafetín



¡Hola! Disculpen la tardanza, quería mostrarles algo de mi ciudad y estuve preparando este post con mucha dedicación. Decidí empezar por los bares, ese sitio donde se refugia, destila y liba la cultura porteña.

 
Café de los Angelitos

Para nosotros, tomar un café con un amigo o amiga suspendendiendo la charla en el tiempo mítico de ese espacio ubicado entre lo sagrado y lo profano del cafetín de la esquina, es mágico, sanador. Los argentinos hacemos culto de la amistad y de las cafeterías, que son los templos de ese culto. Los bares se nos hacen costumbre, querencia y después carne. Amamos los cafetines tanto como a nuestros amigos. Nos molesta no encontrar libre "nuestra" mesa, conocemos vida y obra del camarero que nos atiende día tras día con la misma solicitud, y leemos, estudiamos, arreglamos negocios, hacemos poesía y polemizamos sobre política y economía con la misma pasión que tiene el tango, parte indisoluble del café y su ritual.

 
 
El Gato Negro

Por eso, más allá de las cadenas de cafeterías que llegaron en los últimos años, miles de barcitos y cafeterías proliferan aún como antaño. Algunos de ellos sobreviven a sus primeros parroquianos, a las demoliciones, a los vaivenes económicos y a la desaparición de sus originales dueños. Son  usinas de la vida cotidiana y cultural de la ciudad.

 
El Dorrego

Esos bares que enamoran son los que deseo mostrarles, porque además, mucho de su look ha sido llevado al interior de nuestros hogares, como si quisiéramos prolongar la emoción y el clima que  acompaña ese lugar.


 
 
 
Construido en 1864 y situado en el histórico barrio de San Telmo, El Federal. es el bar más antiguo en funcionamiento de la ciudad. Impacta por su larga barra rematada por un arco de ebanistería (un agregado posterior) estilo art-nouveau que incluye los típicos vitreaux de la época y un reloj, como si las horas importaran dentro de un bar. Las volutas de las hojas de acanto talladas en la madera son un elemento decorativo distintivo del filete porteño y de muchas fachadas de la ciudad.



La Ideal
 
 
 
 La Confitería Ideal fue fundada en 1912. Vemos aquí también la profusa ebanistería, espejos, volutas y múltiples luces propias del art-nouveau. Alli, desde las primeras horas de la tarde, muchas parejas bailan tango envueltas en su encanto decadente y señorial.


 
Uno no tan lujoso pero muy amable que me encanta es El Hipopótamo (arriba). En sus paredes espejadas se refleja la marquetería policromada estilo nouveau que recorre la parte superior de un ala del bar como un friso, y el gran hipopótamo de cerámica blanca que desde arriba de la vitrina sandwichera preside el bar.
 
 
Un detalle de su barra sin originalidades y bastante común en los bares porteños. El hipopótamo en primer plano.

 
Este bar ubicado en Defensa y Brasil, en cruz con el Parque Lezama y frente al Británico, tiene desde sus ventanas las mejores vistas del lugar. También puede vigilarse desde allí  El Británico , una antigua pulpería llamada La Cosechera que por funcionar como punto de reunión para los ex-combatientes ingleses de la primera guerra mundial, fué rebautizado por sus dueños españoles acorde a la clientela. Igual que otros bares, fue refugio de grandes figuras y de grandes discusiones políticas, filosóficas y literarias.

 
 
 
 
Interior del Británico: las mesas y sillas de madera que vemos replicadas una y otra vez en los bares de la ciudad y en  nuestras cocinas y comedores. La barra espejada, el piso en damero, el botellero de marquetería, las grandes ventanas sobre la vereda, son detalles de cualquier otro bar. Al costado, el mostrador art-decó que se ve en la fotografía anterior a esta.

 

De tiempos más modernos pero igualmente icónico es el Bar Bar O Bar  (arriba) cuya onda pop no dejó afuera la tradición.  
Fundado en 1969 por el pintor Luis Felipe Noé como medio alternativo a las grandes y elitistas galerías de arte. Allí se movía todo el ambiente de la plástica más revolucionaria y artistas de otras disciplinas. El bar lleva la impronta de sus obras y de la época, sin perder las señales de identidad de los viejos bares porteños.
A mí me parece fantástico: esta lleno de bohemia, arte y conseva una importante dosis de identidad.
Las siguientes fotografías testimonian su contemporaneidad y cierto "estilo" con que hemos decorado también nuestras casas.
   
 
 
 
Un arreglo que podemos ver en muchos livings de la ciudad: sesensista sillón de cuero tipo Chesterfield, amplia mesa baja de líneas netas y sillas Thonet con antigua marquetería en un edificio ya centenario. Muy, muy, muy chic.
 
 
 
Más toques sencillos y chics en la  barra y el botellero. Sus elementos decorativos son algunos manequíes de propagandas de la época. La acumulación y mezcla de elementos es otra característica hallable en la decoración de nuestras casas.
 
 
En el Bar BAr O el amoblamiento y la arquitectura son similares a quialquier bar de Buenos Aires. Lo único que cambia es que todo este esqueleto esta cubierto por el arte y las ideas de finales de los ´60, comienzos de los ´70. Un ícono de nuestros años dorados.
 
 
 
Las pinturas de muros, techos, vidrieras son de los grandes artistas plásticos del momento. El Bar Bar O fue la cita obligada de la bohemia revolucionaria.
 
 
¡Tendría tanto más para mostrarles, pero no quiero abrumar a nadie! Como decía mi abuela: 
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