Despues de Venecia y de Río de Janeiro, si hay una ciudad donde los carnavales son glamorosos, esa es Gualeguaychú, en Argentina. Su fama es merecida: las comparsas son alegres, coloridas y fastuosas, y la concurrencia acude multitudinariamente al gigantescco espectáculo que se monta en el "corsódromo".
Esta festividad religiosa traída por los colonizadores españoles se vuelve super interesante si consideramos que es quizás la expresión popular más fresca del proceso de sincretismo religioso-cultural que se dió en América a través de la conquista.
El carnaval tomó en estas latitudes formas singularísimas, producto del mestizaje, y se manifiestan en todos sus motivos: carrozas, danzas, letras y música de las comparsas... también, por supuesto, en la indumentaria.
En los disfraces no es difícil descubrir los típicos elementos del mestizaje que a partir de lo que traían los españoles como cultura de la época produjo un riquísimo estilo propio, el barroco americano: adornos confeccionados con materiales autóctonos que mezclan detalles y técnicas europeas con el gusto y el tono naturalista de las culturas de la selva chaqueña (continuación de la amazónica).
El arte plumario, descollante en la América precolombina, retoma con los carnavales el esplendor que pese a la asimilación colonial nunca perdió del todo, convirtiendose a la vez, como todo el barroco en América, en una formidable expresión de resistencia cultural.
En los vestidos es posible también ver detalles propios de los atuendos de los aborígenes amazónicos y andinos: anchos brazaletes y tobilleras, tientos y adornos confeccionados con pieles de felinos, e impresionantes tocados de plumas, la manifestación más fabulosa del arte plumario precolombino.
Muchos trajes se completan con alas como las que se observan en las antiguas pinturas de los ángeles arcabuceros, raras criaturas religiosas de la Conquista, mezcla de figura protectora y guardián armado pintada con ropas cortesanas, alas y arcabús, que vemos en las capillas e iglesias que salpican el camino hacia el Alto Perú.
Observando bien, pueden descubrirse en el traje de la bailarina muchos de los elementos presentes en esta antigua pintura ejecutada por manos indígenas: las alas, el cuello ancho y envolvente, los adornos de volutas doradas, el tocado de tres grupos de plumas, las guardas de las enaguas y las puntillas... un mestizaje intenso y riquísimo puesto en valor por las fiestas del carnaval.
Los ángeles arcabuceros fueron aceptados porque todo ser alado o venido del cielo era venerado en las culturas originarias americanas. Entonces, las plumas son un elemento del sincretismo religioso hispano-americano que toma su sentido del vuelo de los dioses ancestrales, y las espirales y volutas les otorgan el sostén y marco barrocos.
Igualmente típicos del barroco americano son las profusas ornamentaciones con figuras de la flora y fauna oriundas que aparecen en trajes, carrozas y tocados.
Las fotografías son impactantes, pero lo más grandioso para mí ha sido elucidar y poder mostrarles la imbricación de artes y culturas en una manifestación absolutamente vigente de la vida popular.